Clásicos: autores y textos

Concepto

El adjetivo clásico, derivado del latín classicus, fue aplicado a la literatura por primera vez por Aulo Gelio, profesor de Retórica del siglo II d. C. Para diferenciar tipos de escritores, propone una distinción de base económica: scriptor classicus (el ciudadano de primera clase, el que pagaba más impuestos) y scriptor proletarius. Con este gesto, Gelio inaugura el carácter elitista que aún hoy se le reprocha al término (Fernández, 2008).

Es a partir del humanismo cuando el concepto se asocia a la excelencia del arte de la antigüedad grecolatina. Paralelamente, se desarrolla la idea de que el texto clásico es el que resiste el paso del tiempo, el texto que puede hablarle al hombre de todas las épocas. De ahí su estrecha relación con la idea de canon y de tradición.

Análisis

Al considerar el concepto dentro del sistema literario, es conveniente discriminar dos aspectos: lo que representa el clásico para los propios escritores del sistema y lo que significa para los lectores.

En lo que respecta a los escritores, desde algunas concepciones teóricas, el clásico aparece como el autor de un texto acabado, cerrado y modélico. Es, por ejemplo, la concepción de Harold Bloom, quien al presentar a los veintiséis autores de su «canon occidental» los define como «autoridades en nuestra cultura» (Bloom, 1996: 11). Frente a esta concepción, la única lógica posible sería acatar el magisterio de estas autoridades de manera reverencial, lo que implica aceptar la «influencia» (Bloom, 1976) que provoca en la posteridad y que aparece concebida como unidireccional.

Esta concepción del clásico es diferente si se considera desde el punto de vista de Jorge Luis Borges. Según el escritor argentino, los orígenes aparecen como «prefiguraciones» que van a ser resignificadas por los autores contemporáneos. Así, «cada escritor crea a sus precursores» (Borges, 1989: 89) desde su lectura y, más consciente y acabadamente aún, desde su reescritura. De este modo, el clásico, releído por la tradición, la fecunda y la vivifica.

En lo que respecta a los lectores, uno de los autores que más y mejor trabajaron esta línea fue Italo Calvino, en su célebre artículo Por qué leer los clásicos (1995), en el cual dio catorce respuestas al interrogante que plantea el título. A diferencia de la concepción de Bloom, que considera autores clásicos, para Calvino los clásicos son los textos.

La tercera de sus respuestas se detiene en uno de los aspectos centrales del concepto, el modo de permanencia del clásico a través del tiempo: «Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual» (Calvino, 1995: 14). Este modo de permanencia lo convierte en insoslayable: «acosa» al lector ya sea desde la elección individual o desde la memoria cultural. Se «tropieza» con el clásico inevitablemente.

Si bien, para el propio Calvino, el clásico puede deslumbrar al que «se reserva la suerte de leerlo por primera vez» (1995: 14), es más usual que cargue con las lecturas anteriores, con las cosmovisiones desde las cuales fue interpretado. Esta es, precisamente, una de sus riquezas, la que le permite constituirse en vehículo de lecturas siempre vigentes. Esta permanencia del clásico en la cultura se explica, en parte, a partir de un concepto clave: el de «huella», que hace posible recuperar el legado, sostenerlo en el presente y plantearlo como camino para futuras producciones. «Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que ha dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado» (1995: 15).

Las respuestas de Calvino apuntan a la elección subjetiva, al encuentro del lector con lo que él llama «tu clásico». En el ámbito de la cultura, el clásico no aparece como el modelo cerrado, sino, por el contrario, como el texto capaz de interpelar al lector de todas las épocas, ya que «Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir» (1995: 15).

Implicaciones

Una de las discusiones que se plantea en el ámbito escolar respecto del clásico es su viabilidad. Problemas como la distancia lingüística, el esfuerzo de reponer el contexto, los prejuicios que lo preceden, suelen desalentar a los docentes a la hora de plantear su lectura.

Frente a esta situación se abren, básicamente, dos opciones: el abandono del clásico en el aula, con la pérdida de código cultural que esto implica para los estudiantes, o la búsqueda de estrategias para su abordaje. En esta última vertiente desarrollan su propuesta Martina López Casanova y María Elena Fonsalido (2005), como también Mar Campos (2005).

Las dos primeras proponen el abordaje desde su reescritura contemporánea, ya que el análisis del modo en el que funcionan la parodia, la alusión o la cita pone en evidencia el procedimiento de construcción del clásico. Por su parte, Mar Campos plantea dos opciones: la primera, la lectura de textos literarios contemporáneos ambientados en momentos históricos de alta densidad, que ayuden a contextualizar el clásico (como por ejemplo, la trilogía Nuestros antepasados del propio Calvino); la segunda, la utilización del clásico que plantee problemáticas que lleguen hasta nuestros días (como por ejemplo las diversas crónicas de la conquista de América).

Referencias

Bloom, H. (1991), La angustia de las influencias,
Caracas: Monte Ávila.

Bloom, H. (2009), El canon occidental, Barcelona:
Anagrama.

Borges, J. L. (1989), «Kafka y sus precursores
», en Otras inquisiciones. Obras completas
II 1952-1972, Buenos Aires: Emecé.

Calvino, I. (1992), Por qué leer los clásicos,
Barcelona: Tusquets.

Campos F.-Fígares, M. (2005), «¿A la conquista
de un Nuevo Lector? Los clásicos y
la promoción de la lectura», en Rösing, T.
y Martos, E. (coords.), Lectura, literatura
y conciencia intercultural, Passo Fundo:
UPF.

Fernández, C. (2008), «Clasicismos», en Amícola
J. y de Diego, J. L. (dirs.), La teoría
literaria hoy. Conceptos, enfoques, debates,
pp. 23-31, La Plata: Al margen.

López Casanova, M. y Fonsalido, M. E.
(2005), «Reescrituras: la literatura se lee a
sí misma. Una entrada a la enseñanza del
Siglo de Oro español», Actas de las Primeras
Jornadas de Enseñanza de la Lengua
y la Literatura, pp. 1-18, Los Polvorines:
UNGS, formato CD.

Fecha de ultima modificación: 2014-02-17